Hoy no estaría desarrollando esta historia si no fuera porque hace unos meses tuve una experiencia que me aterrorizo a tal punto que busque la oración y la conexión con mi ángel de la guarda.
Estábamos en mi casa en las horas de la noche, cuando todos llegamos cansados del trabajo y el estudio. Tomamos una cena liviana para dormir y a la vez nos adelantamos de los sucesos del día, mientras preparamos nuestra ropa o vemos algo de televisión.
En el momento que descansaba en mi cama escuché a mi madre culpándome de la perdida de algo de sus cosméticos y entonces me puse de pie en cámara lenta para llegar al marco de la puerta y defenderme de las imputaciones. Di un paso al pasillo que une las habitaciones y sentí un toque en mi cadera, de lo cual culpe inmediatamente a mi primo, que tiene su habitación a menos de un paso, por lo que gire airada para reclamarle respeto. Pero no había nadie y yo todavía sentía el frío toque de una mano bien definida de cinco dedos.
Al descubrir que nadie estaba detrás, mi mente viajo buscando todas las explicaciones posibles hasta que llegué a un instante de calambres en mis piernas y llena de pánico corrí hasta donde mi papá para contarle, en medio del llanto que no controlaba por el miedo. Él me abraso fuerte y mirándome con seguridad esperó a que me calmara; para decirme que todo estaba bien, que era muy sencillo de explicar lo sucedido y además que se podía hacer de varias formas.
Esta fue mi entrada a la irrealidad, desde ese día comencé a considerar la existencia de una realidad paralela. Por lo que listé la gran cantidad de elementos que pueden generar estos sucesos y lo hice de acuerdo con la experiencia de la gente y lo que se ve en el cine. Son tantas sensaciones que de una vez busque explicación dentro de los familiares fallecidos un posible visitante.
El evento fue importante por algunos días, pero al pasar el tiempo quedo en nada más que una anécdota y a veces dudo de la realidad de lo sucedido. Pero cuando habían pasado casi tres meses y mi papá me llevaba para la universidad muy temprano. En el camino se activaron y desactivaron los pasadores de las puertas del carro lo que lo obligó a detener el vehículo y proceder activando el control remoto de la alarma para revisar su funcionamiento. No encontró nada raro, por lo que continuamos el viaje y pasado media hora volvió a activarse y desactivarse los pasadores. Me corrió un espasmo por todo el cuerpo, por lo que quise gritar, pero me tape la boca mientras que mi papá solo se sonrío, tal vez nervioso, no se detuvo de nuevo y aceleró el paso para dejarme en la U. Me dijo que no me preocupara lo más seguro era una falla eléctrica.
Esa noche hablamos del tema casi sin darle importancia y con un aire de broma mi papá le narro a mi mamá lo misteriosos que fue el hecho de que los pasadores se activaran, y de igual forma planteó su teoría de que alguien con un control remoto de la alarma con la misma frecuencia la activara sin saberlo. Pero esa teoría era buena para la primera vez más no para la segunda que sucedida a kilómetros de la anterior.
Ya entrada en gastos me pareció que era el momento de intentar captar algo en la cámara del celular o del computador por lo que una noche dejé el equipo encendido el programa que tiene el computador para grabar videos mientras dormía. Gracias al cielo no apareció nada y lo puedo decir con seguridad porque revisé con calma cada cuadro con diferentes filtros y escudriñé los sonidos con los ecualizadores capaces de elevar tonos y reducir ruidos. Esta tarea la realice en diferentes oportunidades tanto de noche como de día los fines de semana y amplíe mi esfuerzo con la toma de varias fotos en mi entorno.
Llevaba uno días en esta tarea que se convertía en un inofensivo pasa tiempo por medio del cual me informe de las técnicas, reglas y equipos utilizado para estos menesteres. Por lo que no soltaba el celular en permanente trabajo de camarógrafo en una cotidiana tarea de capar en video a las personas que me rodeaban. En esas estaba el día que salí con mi familia a hacer unas compras.
Ese día llegamos al parqueadero del centro comercial, mi mamá que estaba sentada delante se bajó de primeras, adelantándose hasta la puerta mientras que nosotros nos bajamos, en ese momento la guantera se abrió. Nos miramos con mi papá como uno tres segundos sin decir nada, luego el extendió su mano y la serró asegurándose que quedara ajustada. Él se bajó, yo me quede un momento desde la silla trasera mirando la guantera, le tome una foto y cuando me disponía a bajarme volvió y se abrió.
El evento no me pareció agresivo, más bien un acto de comunicación por lo que active la grabadora del celular y pregunte si alguien quería decir algo, también pregunte si tenía nombre y esperé. Luego me puse los audífonos y no encontré ningún sonido acompañando a la primera pregunta, pero para la segunda escuché un SI.
Autor Luis Fernando Urrea Beltrán
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La maravillosa tecnología que me toca me permite comunicarme cada vez más rápido eh informarme de igual manera y muchos de todos esos datos provienen de la imaginación de las personas.
Como los fantasmas, la mitología se reinventa y surgen nuevas leyendas que por el contrario de desvanecerse y olvidarse quedando en el pasado, reviven y permanecen vigentes.
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