Estamos aburridos de las protestas, de los destrozos, de las tristezas que trae tanto muerto ocasionado por la idea sembrada en la cabeza de algunas personas de que hay que borrar del mapa a los que no están de acuerdo con ellos.
Las personas que marchan mañana tarde y noche en estos días en Colombia están cansados de pedir por las buenas, agotados de hacer firmatones, rendidos de poner demandas en los juzgados nacionales e internacionales exigiendo nuestros derechos.
Los problemas que enfrentamos son el resultado de la perdida de credibilidad de la justicia, porque los políticos nos dieron a entender que por encima de la ley están las “roscas”.
Las protestas violentas son una mas de esas costumbres arraigadas en nuestra cultura y está desde la búsqueda de nuestra independencia. Es parte de nuestra educación de los colegios públicos vernos como mantenidos, sentirnos reducidos e imperfectos al compararnos a las gentes del primer mundo. Todos ellos elegantes y educados. Una fuerte razón para odiarlos y para envidiarlos.
“La revolución que falta” es la exposición de una tesis que busca que emprendamos nuevos desafíos que incluye no seguir comparándonos con ningún otro pueblo. Porque al fin al cabo todos los países han pasado por sus infiernos y dice el adagio popular “la ropa sucia se lava en casa”. La idea es lograr una revolución sin agredir a alguien o descartar ideas de plano.
La revolución que nos falta no culpa más de nuestros problemas a los políticos, pues asumimos nuestra culpa por elegirlos y escucha a nuestros compatriotas que tienes grandes listados de críticas de nuestro país para ver que propuestas vienen después en ese discurso fatalista.
La revolución que nos falta es la que habla de unirnos todos en defensa el liderazgo social, alrededor de las personas que están arriesgando sus vidas por nuestras comunidades y trabajamos juntos para mejorar nuestra calidad de vida.
Autor: Luis Fernando Urrea Beltrán
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