Cobrar por los
favores mágicos de los muertos o de los vivos, también se somete a la ley del
mercado.
En la actualidad, algunos de nosotros no justificamos esa vieja costumbre que imponía la iglesia católica en la cual de acuerdo al monto de la donación era el perdón y el espacio en el cielo.
Talvez lo que más nos molesta, de esa filosofía de darle precio a la salvación, es el hecho de que se humaniza la ley de Dios: No solo en Colombia sucede que como parte de la cotidianidad a los delincuentes se les da casa por cárcel y muchos salen libres con pagar costosas fianzas.
Con indignación recuerdo que hace algunos años en un programa de radio Regina Once (auto denominada bruja) ofrecía bendiciones de limones y solución de problemas a cambio de una consignación. Obviamente que aunque existen muchas criticas alrededor de estas prácticas de cobrar por los favores mágicos de los muertos o de los vivos, también se somete a la ley del mercado que dice que mientras exista demanda hay oferta.
En un tiempo no muy lejano creímos que el oscurantismo se había superado. Por lo contrario da la impresión que en medio de de la posmodernidad (en el siglo 21) estamos enfrascados en el dilema de la racionalidad Vs los milagros al por mayor.
Seguramente no es justo para nadie poner las cosas en blanco y negro, pero no puedo negar que es desconsolador ser testigo de la oferta de milagros por televisión. Confunde bastante ver en vivo y en directo a moribundos que son sanados, Y a la vez ser testigo actos de desaparición e ilusionismo solo con cambiar el canal.
Autor Luis Fernando Urrea Beltrán
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Una abuela me contaba que su experiencia con los fantasmas es muy clara. Cuando era niña en las madrugadas de los sábados exactamente a las 3 de la mañana se escuchaba el ruido de los trastes y el bugido de un toro caminando por toda la casa. Por lo que ella y sus hermanos y hermanas se tapaban con las cobijas. Los ruidos eran tan fuertes que tenía que taparse los oídos con la almohada.
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