Cumplí los diez y ocho años en 1985 cuando conocí a una hermosa mujer negra de estatura media y con extraños pero hermosos coloridos ojos. Estando en plena efervescencia de la vida en el paso del niño a joven en que se tiene todo un futuro, pero mucho miedo a enfrentarlo. Conocí a Cristina en la cuadra, frente a una casa en una reunión de amistades organizada por mi hermano.
Su cuerpo grande y el aroma de su loción (rosa negra) me gustaba, su caminar exótico y su manera de niña mimada al hablar. Hacerla mi novia fue un reto, sin embargo, no el más complejo pues yo le agradé desde el primer día y fue más bien un reto conmigo mismo pues aún les tenía pavor a las mujeres (lo que no quiere decir que a ahora no tenga mis prevenciones).
Una noche me armé de valor y le hice la propuesta con la mirada, habíamos salido varias veces a charlar y esporádicamente jugábamos basquetbol; le tomé la mano me acerqué a su rostro y ella mirándome con sus ojos de “yo no fui” (ternura al 100%) me tomo bruscamente de la nuca y me apretó contra sus labios; vale la pena anotar para mi lista de primeras veces que esta es mi primera experiencia con la pasión femenina.
Todo inició muy bien, me enfrenté y superé los nervios de conocer su familia, los había visto de lejos ir y venir desde mi ventana. Ahora me encontraba en la sala de su casa tomando sopa, mientras ellos me miraban con curiosidad.
Vivía con dos hermanas, ella era mayor de las tres, y padre era un hombre que se distinguía porque tenía negocios con mi padre y que cargaba la no agradable autoría de la muerte accidental de mi perro. Conocí de cerca a su madre, mujer seria, franca y directa que nunca salía de su casa. Además, también estaban dos familiares de Medellín, un tío y un primo, que en esos días llegaron de visita. Mi suegra me hacía preguntas mientras tomaba un café y aspiraba un cigarrillo.
-¿Que le gusta hacer? , ¿Qué estudia?, ¿En que trabaja?- etc.
Esto sucedió durante las visitas que yo le hacía, que era todos los días a las seis de la tarde. A veces se armaba sin planearlo una reunión familiar donde el primo de mi novia, su tío y mi suegra formaban una neblina por su cigarrillos y evacuaban dos y hasta tres ollas de tinto.
Recuerdo muy bien lo idiota que me sentí un día en que les ayude a hacer mercado pues mientras cargaba en mis hombros un costal lleno con alimentos, mi mama me vio por lo que estaba seguro de que me reclamaría no ayudarle a hacer este mandado.
A los quince días conocí al medio hermano, al principio no entendía la relación de él, con la familia hasta que ella me explicó…
Una noche en que mi papá me presto su carro, la invite a cenar en mi casa, con el compromiso de regresarla temprano a la casa sana y salva. En esas nos encontramos solos y atiné a detener el carro en algún lugar oscuro. Nos besamos, y ella me permitió, sobre la ropa, acariciar su seno.
Me impacto de tal manera que recordaba contantemente la suavidad de sus labios y las cosquillas de su lengua en la mía. Permanecía constantemente pensando en ella y cada vez que lo hacía sentía un escalofrió por todo el cuerpo.
Una noche ella me preguntó si yo le haría una propuesta sobre su cuerpo, yo le contesté que desde que tuviera sus labios no necesitaría del resto.
Otro día me preguntó si yo era virgen y le conteste que sí. Le pregunte lo mismo y me dijo también que sí. Se que a esta altura de la narración me pueden estar jugando por tonto, francamente nunca pensé que esa conversación resultara ser una insinuación.
Me disgustaba sobremanera que cuando salíamos me dejara plantado esperándola mientras charlaba con sus amigos, siempre sospeche que esos hombres maduros tenían su cuento con ella.
Una tarde me encontré con su hermano y como ya estábamos en confianza, le hice una broma y él reaccionó de manera agresiva y desde entonces no volvió a hablarme.
Cristina, solía decía que el primer hijo siempre es un accidente. Por lo cual nunca me sentí aludido o que me hiciera ese comentario para molestarme. Mas bien se refería a ella al contarme que su mamá era empleada del servicio en la casa del que ahora es el papá (que era un hombre casado), tuvieron su cuento y de ahí salió ella. La esposa oficial lo hecho, pero años después mando al hijo varón del matrimonio a que trabajara con su padre.
Una tarde a eso de las cinco, mientras nosotros caminábamos por la calle nos encontramos con el hermano que estaba en una panadería con quien comenzó una discusión y en un momento él la arrastró a la fuerza para adentro, ella me pidió disculpas, me ofreció un kumis y me rogo que la esperara. Duraron treinta minutos dentro de la panadería y sobre lo que hablaron nunca supe, aunque tengo mis sospechas.
Una tarde que caminábamos por un centro comercial, ella vio al hermano con un amigo. Nuevamente la llamó para hablar con ella y a mi excluyó. Mientras ella se dirigía a hablar con él, el gigantesco amigo caminó hacia a mí y comenzó a lanzar puños y patadas. No sé cómo esquive cada lance mientras le gritaba loco y drogadicto. Luego, entre nervioso y emocionado me sentí importante y me fui a una tienda y me tomé una cerveza.
Unos días después le terminé, ella lo tomó muy fresco y eso resulto mejor para mí. En los siguientes días la vi andar con el hermano tomado de la mano. Luego me contaron que ella había tenido dos abortos antes de conocerme. Hoy me enteré de que está embarazada. Todos me miran, pero yo aún sigo siendo virgen.
Fin.
- Luis Fernando Urrea Beltrán
por textofresco @ 2009-08-02 – 20:14:57
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