La humanidad desde hace miles de años realiza dos rutinas sociales que nos permiten hoy en día ser lo que somos, estas son aprender y experimentar. En el pasado la lucha era por la vida y lo fundamental era resolver las necesidades básicas como el hambre y el frio. Pero en realidad lo que nosotros siempre hemos valorado es la información. Desde la ubicación de un tesoro enterrado hasta la comprensión de los secretos del agua.
Con nuestro sentido común es sencillo entender que adquirir conocimientos no es difícil, si contamos con el suficiente tiempo. Factor que poseemos (el tiempo) como especie gracias a que todo lo que sucede en nuestro entorno está ocurriendo una y otra vez, por un aparente "bucle" en el que estamos atrapados y al cual le hemos dado suficiente cuidado como personas y como civilización para llegar a entender que estamos viviendo ciclos a tal punto que aprendimos a construir calendarios.
La información nos rodea desde el amanecer y de tiempos inmemorables nos sentimos atraídos por lo desconocido. Los secretos deben ser develados y estos descubrimientos llena nuestra vida. Es más, es nuestra vida a tal punto que por la información se comenzaron a librar las peores guerras y se forjaron los mejores guerreros. En batalla es donde han muerto los grandes defensores de los dogmas, mientras se caen sobre sus cabezas las “catedrales” sostenidas por las columnas del miedo a lo desconocido.
Estamos atrapados en un “mar” de conocimientos en el cual nuestros abuelos no tuvieron el gusto de “nadar”.
Es una nueva época donde a un clic de nuestro celular podemos encontrar los secretos milenarios de la forja y las recetas desarrolladas por la abuela durante toda su vida. También en medio de los siglos aprendidos a divagar e inventar historias cuando la información es escasa y las sombras, por menos aterradoras, son chinescas e indescriptibles.
También aprendimos que la información, que en su mayoría es publica como las frutas de los árboles en el campo, puede ser empacada registrada y vendida. ¿Qué sigue después, el agua y el aire?
Aprendimos a comerciar con los datos y algunos se especializaron como “catalogistas” del conocimiento que nos apremian con novedosas estrategias de mercadeo para aprovechar un webinar gratis. El consumismo también es de información y como todo producto en masa éste también viene con “chatarra”.
Los medios informativos "evolucionaron" y solo nos basta un titular y una corta descripción. Si tienen “fuerza” puede que queramos seguir leyendo. Es una trampa para el que escribe porque la tentación de ser provocador, escandaloso, morboso o alarmista es muy fuerte. Y una tentación para el lector del transporte público, de caer en sus morbos y prejuicios sociales si en ese titular dicen palabras como: corrupción, violó, muerte, muerto, mató y así por el estilo a tal punto que como consumidores nos sentimos hartos de los canales nacionales de los especiales de la televisión pagada (que se atreven a mostrarnos un cuento de las sirenas como un documental).
Y bien; en tiempo de pandemia comienza el programa del presidente realizando su informe del Covid-19 y después de 30 segundos de un reporte monótono en un formato anacrónico de un tema que se ha dicho tanto y en la calle no sabemos ni un poco, apago el televisor porque no quiero saber.
Autor: Fernando Urrea Beltrán
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