En Bogotá tienen la costumbre de que la ropa abandonada en las lavanderías se entrega a la Beneficencia. Una tarde en que estaba recogiendo mi vestido de trabajo. El joven de los despachos, con quien de vez en cuando intercambiaba algunas palabras, me miró con otros ojos.
- ¡A usted lo necesito! – me dijo con emoción
No disimulé mi sorpresa y por unos instantes me alejé mostrando desconfianza. El empleado de la lavandería de nombre Jorge en actitud ágil moderó su expresión.
- ¿Usted es Fernando? ¿El periodista? – Preguntó mientras extendía su mano derecha. Confirme moviendo la cabeza.
- Dentro de la ropa que se llevan hoy, encontramos un grupo de papeles que le pueden interesar- concluyó.
Me pasó un grupo de papeles, en total eran diez hojas tamaño carta, unos enrollados y otros doblados. Lo recibí dejando atrás la desconfianza y en medio de la expectativa empecé a estudiarlos. Lo primero que hice fue intentar emparejarlos porque como se veían no podían recibir más calificación que basura. Los enrollé apretadamente y luego repetí el procedimiento de la otra cara de la hoja. Cuando vi que había recuperado algo de su apariencia ordenada, noté que estaban escritas a mano. Letra muy clara en una tinta negra fluida que construía una narración en ambas caras de las hojas.
- ¿Que quiere que haga con esto? - Le pregunte despreocupado y honestamente esperaba una historia de amor o una larga lista del mercado.
-Los estuve leyendo y está escrito por un periodista, como usted, habla de una mujer llamada Cielo y da miedo. - Me miró con los ojos muy abiertos mientras susurraba las palabras “y da miedo”.
–Pensé en botarlos, pero me acorde de usted- concluyo
- ¿Y? - le dije
- Lléveselos y me cuenta que era- terminó de hablar mientras me entregaba mi ropa y recibía el dinero por el servicio.
Me despedí de la misma manera que todas las veces y con afecto a la gente de la lavandería. Monte en mi hombro el vestido mientras lo sostenía por el gancho con mi mano derecha. Intenté leer un poco los papeles y de entre una gran cantidad de palabras inconexas que lograba ojear con una sola mano y pude encontrar una frase que me dejó perplejo “debo desaparecer por un tiempo”.
Al llegar a mi casa me acomode para la lectura y así lograr el resumen que viene a continuación.
“Debo desaparecer por un tiempo."
Esta historia continúa,
para recibir el enlace con el texto completo escriba a textofresco@gmail.com.
Autor Luis Fernando Urrea Beltrán
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