Encontramos un apartamento que tomamos en arriendo. Estaba en un segundo piso y además tenía un pequeño cuarto solitario en un tercer piso muy bonito, que además de curioso era pequeñito donde quedaron de maravilla las cosas de mi pequeñita Dairely.
La semana santa son siete días los cuales debemos permanecer en retiro espiritual pero que para el común de la gente se toma como los días de paseo y de entretenimientos muy variados. En mi caso significaría trabajar con mi computadora, para Stella significaría música y mucha televisión.
En resumidas cuentas, nos la pasaríamos pegados al televisor viendo desde muñequitos hasta películas de miedo. Pero curiosamente fallo la energía desde el primer día, por lo que angustiado solicité revisión del servicio, pero lo relazarían hasta terminar el periodo de vacaciones.
A si fue como compré un paquete de velas y velones de todos los tamaños y los colocamos por todos lados para tener unas noches iluminadas en las cuales nos la pasando jugando y cantando.
Dairely monto en una esquita al lado de la salida a la del balcón del lavadero de ropas un mini mercado con cajas y mucha imaginación. No olvido su carita de ojos muy abiertos mientras me vendía la leche imaginaria y hacia las cuentas en su caja registradora imaginaria y contaba las vueltas del dinero imaginario para entregármelo.
Fuero siete días de mi vida que no olvidaré y los agradezco infinitamente a Dios a mi bonita Luz Stella, a mi pulga Dairely y a el cable que se desconectó de la caja del medidor de la energía.
Autor Luis Fernando Urrea Beltrán
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