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martes, marzo 19, 2019

El sindicalismo da miedo


Un derecho que los miembros de países libres defendemos


La Sociedad de Artesanos de Sonsón es el primer sindicato que se constituye legalmente en 1909 en Colombia. La confederación sindical de Trabajadores (CST) es la primera central obrera, fue fundada en 1935.
Fecode (Federación Colombiana de trabajadores de la Educación) creada en 1959, la más grande organización sindical gremial de segundo grado, con cobertura de 270 mil docentes afiliados está en mi mente desde que estudiaba la primaria en
una escuela distrital que se llama OEA. En el año al menos tres veces no asistíamos al colegio porque los profesores estaban en paro. Mientras que para mí y mis hermanos el asunto resultaba ser unas vacaciones. Para mi mamá y papá significaba tenernos en las polvorientas calles del Carvajal que en esos días no era más que un barrio periférico lleno de vivienda de invasión y criminalidad como del viejo oeste de las películas.

Las grandes centrales obreras históricamente tomaban el centro de Bogotá que era el escenario de la protesta social en Colombia y hasta hace pocos años un campo de batalla donde se esperaba en cada (primero de mayo) campaña destrucción a la propiedad privada y desprecio por los bienes públicos.


Mi papá fundó su propia empresa luego de años de trabajar para otros. Crecimos como miembros de una empresa familiar por lo cual la sindicalización de los empleados era un evento de temor. 

El sindicalismo da miedo porque durante años pareciera tener dentro de sus prioridades evitar a toda costa que la empresa privada de ganancias; que aquellos que se sometieron a los diferentes obstáculos para establecer un sistema productivo y quieren beneficios, no los logre. Al punto que muchos de nosotros, jóvenes de los 70 y 80, vimos que el sindicalismo era un sinónimo de comunismo.


El discurso de la lucha obrera, la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades para todas las personas sin importar las variables es sumamente atractiva pero en mi cabeza ese sueño tiene nombre propio y se llama democracia.
El sindicalismo es un derecho que los miembros de países libres defendemos en la medida en que aceptamos que no todos tienen la expectativa de trabajar de por vida para una empresa esperando una pensión. 

El tiempo viene despejando el panorama que se veía en blanco y negro, permitiéndonos ver los matices, donde los sindicatos no son los que acaban con empresas sino que por medio de su trabajo y el apoyo de la sociedad colombiana pueden generar empleo digno. 



El fin de los paros
En Colombia somos víctima o participantes en un paro. Desde los profesores hasta las comunidades indígenas participan en actos de protesta que buscan hacer respetar sus derechos y en la mayoría de casos que se cumplan compromisos pactados en anteriores protestas.

Es una utopía esperar que nuestra sociedad tan fragmentada moralmente pueda corregir tantas desigualdades e injusticias sociales cuando fomentar la anarquía proporciona ganancias, así sean momentáneas y aleatorias.

La esperanza está sobre la mesa de las negociaciones, la paz parece que se está construyendo a punta de que los que nos representa se digan la verdad en la cara y toleren sus discrepancias sin dejar espacios de hipocresía que necesitan los conspiracioncitas. 

Mi esperanza es que las nuevas generaciones descubran que pensar es un súper poder y dudar de dogmas es una estrategia para llegar a la tolerancia. Donde quepan las nuevas tecnologías como el Internet y que todos seamos más comprometidos con nuestras comunidades.



Autor: Fernando Urrea 2019

Gracias por leer, lo invito a dejar su opinión y a compartir.

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Estamos aburridos de las protestas, de los destrozos, de las tristezas que trae tanto muerto ocasionado por la idea sembrada en la cabeza de algunas personas de que hay que borrar del mapa a los que no están de acuerdo con ellos.


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