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sábado, septiembre 22, 2012

Un motociclista muerto


"..vi como alguien  aparecía por el cielo cayendo desde atrás ..."
Una noche de pesadilla
Mientras yo estaba en mis pensamientos con la mirada fija en la escena; a las 12 de la noche un hombre de tal vez un metro ochenta, vestido de negro, que tomaba fotos se me acercó y me preguntó quien era yo. Le dije que el dueño del carro. Muy decente me recomendó que me hiciera detrás de la banda de plástico amarilla y negra, le recordé lo mas contundente que no me debería ir pues ese de allá es mi carro.
Él solo movió la cabeza sin mirarme después de enfocar y tomar una foto. –nuestro carro- me dijo.

Diez minutos, puede que más, habían transcurrido desde que me estacioné en la avenida primera de mayo cuando llegó Luz quien me había confirmado telefónicamente que estaba cerca. Le quité el seguro a las puertas y ella ingreso y se sentó, le pase la pizza que le traía y la recibió con agrado; se acordó que algo se le había quedado y decidió bajarse. Estaba plenamente parada en la calle y algo me decía, cuando sentimos el impacto en la parte trasera de la camioneta y al moverse la puerta la golpeo tal vez dos veces, miré para enfrente con mis manos en el manubrio y vi como alguien aparecía por el cielo cayendo desde atrás de espaldas a unos cinco metros enfrente y todo fue silencio.

Salí del carro para atender a Luz que yacía consciente pero en shock. Como no entendía que pasaba opté por acomodarla (alguien grito que no la levantara) y me pare a buscar una almohada que sabia tenia en el carro, cuando levante mi cabeza descubrí lo sucedido.

Una moto en el suelo a un metro de la parte trasera de la camioneta y un hombre tendido en el platón pero lo más impactante fue descubrir que había un líquido amarillo cubriendo la cabina.     Seguí mi camino le lleve un cojín (que uso en el carro) lo puse bajo su cabeza, me quite mi chaqueta y abrigue a Luz que comenzaba a tiritar. Me volví a parar y vi los trozos; de lo que me imaginé que debía ser el cerebro del motociclista, sobre la cabina, el capó del motor y en la calle.
Armando se acercó urgido –¿que paso?- pregunto mirando a Luz en el piso –ese hijueputa se mató-  lo escuche decir mientras yo intentaba calmar a Luz . –¡¡Llame al 123!!- me dijo Armando, busque mi celular y cuando lo encontré –venga yo marco- me dijo. Lo escuche a lo lejos pidiendo apoyo y una ambulancia que en transcurso de quince  minutos ya estaban atendiendo al señor que a lo lejos veíamos tirado y en mi ángulo de visión pude percatarme de las dos partes de una bicicleta. Una vecina le facilito a Armando unas cobijas y abrigamos a luz mientras llegaba la ambulancia quienes le hicieron varias preguntas, le colocaron un cuello ortopédico y recostándola a un costado de su cuerpo la apoyaron en una tabla donde me pareció que la amarraron con gasas y de allí la subieron a una camilla y luego a la furgoneta.

Mientras esto ocurría un agente de transito me pidió los documentos del vehículo que saque de la guantera sin tener idea que este incidente me implicaría costos y tramites que apenas comience a conocer.


Las ambulancias se fueron y casi dos horas después llegó el camión de criminalística. Desempacaron trípodes y comenzaron a dar vueltas por toda la calle llenando de números cada trozo de aparto que encontraban.  Un agente en bata y otro con chaleco negro en el que decía criminalística en letras bordadas amarillas. La vía la serraron  de norte a sur por lo que implementaron un contra flujo en la otra vía.


Se me acercó un agente de la policía y me pidió que lo acompañe para la reseña y el examen de alcoholemia yo le digo que no me muevo de allí hasta que no llegue mi abogado, eso por consejo de Jaime con el que me he comunicado, desde que Luz ya estaba en la camilla, para avisarle que no podía acompañarlo con la camioneta al otro día como habíamos acordado. Le conté todo lo menos trajico posible pero que creo que lo asuste. Luego me llamó mi hermana y hermano.

El agente me dijo que no me negara que era mejor por las buenas que por las malas que parecía “primiparo”, en lo que le di la razón y se lo dije pues que nunca había estado en esta situación. Luego de un rato acepté acompañarlo al U.R.I de Kennedy. 

Bogotá en estos días es una ciudad muy fría y estaba tiritando mientras esperaba la llamada del medico de la U.R.I. Entro a la sala de espera, veo una pareja que por la apariencia no tenia ningún motivo para estar allí pero luego escuche gritándole a los agentes que -con la gente  buena si se meten pero que con lo que si son le da miedo- 
Un rato antes de que me llamara el medico un muchacho le pregunto a un agente si había calabozo,  a lo cual el joven uniformado le contesto negativo con un gesto de la cabeza –aquí lo que hay es un gran salón en el segundo piso- le dijo – ¿hay mucha gente?- el muchacho volvió a cuestionar a lo que el agente contesto que no creía pero que no sabia.

Escuche mi nombre, fui hasta una oficina donde  una señora de actitud agria me pidió mi cédula y me mando otra vez para la sala de espera que estaba en un reducido pasillo. Volvieron a llamarme y esta vez era un doctor (en ambas oficinas se sentía un delicioso calor) me dijo –entonces ¿usted es el que atropello alguien? le dije que NO luego me pidió que me quitara las gafas y las deje junto con la carpeta de los papeles del carro ahora vacía. -Mire aquí- me mostró un esfero Bic y lo movió de derecha a izquierda  luego de hacer unas destrezas con las manos y los dedos me dijo que me parara en un solo pie y contara hasta diez.

Afuera del consultorio de nuevo el pavoroso frío, camine hasta la recepción en busca del agente que me trajo y luego de un rato apareció pidiéndome de nuevo la cédula y se la entregó a un compañero que me llevo al segundo piso por medio de un estrecha escalera que terminaba en una reja. Mientras esperaba frente a esa puerta de barras metálicas  subía un agente muy sonriente que le pregunto al que me llevaba -¿una captura?-  y el otro negó, obviamente. –De todas formas tenga esto- me dijo pasándome una bolsa con gaseosa, panes y otras cosas pesadas, -con mucho gusto le hago el favor- le dije– si por eso le estoy pidiendo el favor- concluyó.

Ingresé a un salón partido en tres por dos rejas que lo dividía en dos jaulas y una recepción donde había un gran escritorio que apenas dejaba pasar hacia dos cuartos que se veían atrás. En la celda más grande había unas nueve personas tiradas en el piso sobre colchones y cobijas. Un policía con guantes me pide que me tranquilice que es solo un procedimiento para mí la plena identificación, Para ese momento ya había firmado un papel en el que aceptaba y que entendía que tenía que comparecer para la investigación. Luego de imprimir todas las huellas de mis dedos en un cartón los agentes que trajeron me volvieron a llevar al lugar del accidente en un campero con los colores de la policía.

Continua...

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