"..vi como alguien aparecía por el cielo cayendo desde atrás ..."
Una noche de pesadilla |
Mientras yo estaba en mis pensamientos con la mirada fija en la escena; a las 12 de la noche un hombre de tal vez un metro ochenta, vestido de negro, que tomaba fotos se me acercó y me preguntó quien era yo. Le dije que el dueño del carro. Muy decente me recomendó que me hiciera detrás de la banda de plástico amarilla y negra, le recordé lo mas contundente que no me debería ir pues ese de allá es mi carro.
Él solo movió la cabeza sin mirarme después de enfocar y tomar una foto. –nuestro carro- me dijo.
Diez minutos, puede que más, habían transcurrido
desde que me estacioné en la avenida primera de mayo cuando llegó Luz quien me
había confirmado telefónicamente que estaba cerca. Le quité el seguro a las
puertas y ella ingreso y se sentó, le pase la pizza que le traía y la recibió
con agrado; se acordó que algo se le había quedado y decidió bajarse. Estaba
plenamente parada en la calle y algo me decía, cuando sentimos el impacto en la
parte trasera de la camioneta y al moverse la puerta la golpeo tal vez dos
veces, miré para enfrente con mis manos en el manubrio y vi como alguien aparecía por el cielo cayendo desde atrás de
espaldas a unos cinco metros enfrente y todo fue silencio.
Salí del carro para atender a Luz que yacía
consciente pero en shock. Como no entendía que pasaba opté por acomodarla
(alguien grito que no la levantara) y me pare a buscar una almohada que sabia
tenia en el carro, cuando levante mi cabeza descubrí lo sucedido.
Una moto en el suelo a un metro de la parte
trasera de la camioneta y un hombre tendido en el platón pero lo más impactante
fue descubrir que había un líquido amarillo cubriendo la cabina. Seguí mi camino le lleve un cojín (que uso en el carro) lo puse bajo su cabeza, me quite mi chaqueta y abrigue a Luz que comenzaba a
tiritar. Me volví a parar y vi los trozos; de lo que me imaginé que debía ser
el cerebro del motociclista, sobre la cabina, el capó del motor y en la calle.
Armando se acercó urgido –¿que paso?- pregunto mirando
a Luz en el piso –ese hijueputa se mató-
lo escuche decir mientras yo intentaba calmar a Luz . –¡¡Llame al 123!!-
me dijo Armando, busque mi celular y cuando lo encontré –venga yo marco- me
dijo. Lo escuche a lo lejos pidiendo apoyo y una ambulancia que en transcurso
de quince minutos ya estaban atendiendo
al señor que a lo lejos veíamos tirado y en mi ángulo de visión pude percatarme
de las dos partes de una bicicleta. Una vecina le facilito a Armando unas
cobijas y abrigamos a luz mientras llegaba la ambulancia quienes le
hicieron varias preguntas, le colocaron un cuello ortopédico y recostándola a
un costado de su cuerpo la apoyaron en una tabla donde me pareció que la
amarraron con gasas y de allí la
subieron a una camilla y luego a la furgoneta.
Mientras esto ocurría un agente de transito me
pidió los documentos del vehículo que saque de la guantera sin tener idea que
este incidente me implicaría costos y tramites que apenas comience a conocer.
Las ambulancias se fueron y casi dos horas
después llegó el camión de criminalística. Desempacaron trípodes y comenzaron a
dar vueltas por toda la calle llenando de números cada trozo de aparto que
encontraban. Un agente en bata y otro
con chaleco negro en el que decía criminalística en letras bordadas amarillas. La
vía la serraron de norte a sur por lo
que implementaron un contra flujo en la otra vía.
Se me acercó un agente de la policía y me pidió
que lo acompañe para la reseña y el examen de alcoholemia yo le digo que no me
muevo de allí hasta que no llegue mi abogado, eso por consejo de Jaime con el
que me he comunicado, desde que Luz ya estaba en la camilla, para avisarle que no
podía acompañarlo con la camioneta al otro día como habíamos acordado. Le conté
todo lo menos trajico posible pero que creo que lo asuste. Luego me llamó
mi hermana y hermano.
El agente me dijo que no me negara que era
mejor por las buenas que por las malas que parecía “primiparo”, en lo que le di
la razón y se lo dije pues que nunca había estado en esta situación. Luego de
un rato acepté acompañarlo al U.R.I de Kennedy.
Bogotá en estos días es una ciudad muy fría y estaba tiritando mientras esperaba la llamada del medico de la U.R.I. Entro a la sala de espera, veo una pareja que por la apariencia no tenia ningún motivo para estar allí pero luego escuche gritándole a los agentes que -con la gente buena si se meten pero que con lo que si son le da miedo-
Un rato antes de que me llamara el medico un muchacho le pregunto a un agente si había calabozo, a lo cual el joven uniformado le contesto negativo con un gesto de la cabeza –aquí lo que hay es un gran salón en el segundo piso- le dijo – ¿hay mucha gente?- el muchacho volvió a cuestionar a lo que el agente contesto que no creía pero que no sabia.
Bogotá en estos días es una ciudad muy fría y estaba tiritando mientras esperaba la llamada del medico de la U.R.I. Entro a la sala de espera, veo una pareja que por la apariencia no tenia ningún motivo para estar allí pero luego escuche gritándole a los agentes que -con la gente buena si se meten pero que con lo que si son le da miedo-
Un rato antes de que me llamara el medico un muchacho le pregunto a un agente si había calabozo, a lo cual el joven uniformado le contesto negativo con un gesto de la cabeza –aquí lo que hay es un gran salón en el segundo piso- le dijo – ¿hay mucha gente?- el muchacho volvió a cuestionar a lo que el agente contesto que no creía pero que no sabia.
Escuche mi nombre, fui hasta una oficina
donde una señora de actitud agria me
pidió mi cédula y me mando otra vez para la sala de espera que estaba en un
reducido pasillo. Volvieron a llamarme y esta vez era un doctor (en ambas
oficinas se sentía un delicioso calor) me dijo –entonces ¿usted es el que
atropello alguien? le dije que NO luego me pidió que me quitara las gafas y las
deje junto con la carpeta de los papeles del carro ahora vacía. -Mire aquí- me mostró
un esfero Bic y lo movió de derecha a izquierda
luego de hacer unas destrezas con las manos y los dedos me dijo que me
parara en un solo pie y contara hasta diez.
Afuera del consultorio de nuevo el pavoroso frío,
camine hasta la recepción en busca del agente que me trajo y luego de un rato
apareció pidiéndome de nuevo la cédula y se la entregó a un compañero que me
llevo al segundo piso por medio de un estrecha escalera que terminaba en una
reja. Mientras esperaba frente a esa puerta de barras metálicas subía un agente muy sonriente que le pregunto
al que me llevaba -¿una captura?- y el
otro negó, obviamente. –De todas formas tenga esto- me dijo pasándome una
bolsa con gaseosa, panes y otras cosas pesadas, -con mucho gusto le hago el favor- le
dije– si por eso le estoy pidiendo el favor- concluyó.
Ingresé a un salón partido en tres por dos
rejas que lo dividía en dos jaulas y una recepción donde había un gran
escritorio que apenas dejaba pasar hacia dos cuartos que se veían atrás. En la
celda más grande había unas nueve personas tiradas en el piso sobre colchones y
cobijas. Un policía con guantes me pide que me tranquilice que es solo un
procedimiento para mí la plena identificación, Para ese momento ya había
firmado un papel en el que aceptaba y que entendía que tenía que comparecer
para la investigación. Luego de imprimir todas las huellas de mis dedos en un
cartón los agentes que trajeron me volvieron a llevar al lugar del accidente en
un campero con los colores de la policía.
Continua...
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