sábado, junio 02, 2018

La habitación

Cuatro paredes, o más, donde estoy inmerso. Rodeado de ventanas para mirar el mundo.

Dos vitrales juntos en una de las esquinas me muestran el balcón y la cortina de la ventana de mi vecino. La otra me deja ver el parque donde se realizan torneos de microfútbol, basquetbol y futbol. Se puede ver como salen por las mañanas las señoras a trotar y los abuelos con sus perros para que hagan del cuerpo.

 Más cerca de mi silla; la ventana del navegador de Google (el chrome), me deslizo montado en el cursor que a veces es una flecha y otras una manito. Puedo meterme en la vida de las personas, de muchas, de las que tienen el vicio de exhibirse. Me entero de los sucesos de infinidad de lugares con solo escribir una palabra y a veces con solo decirla. Puedo viajar al pasado, presenciar el presente y dar un vistazo al futuro en una infinidad de espacios multimediales que se contradicen, que me contradicen que logran inspirar mi ego o activar mis vergüenzas como si fueran expuestas al ciberespacio.

 

En mi espalda una librera con tal vez 70 libros, nunca los he contado, están allí porque me gusto sus títulos, alguien me los recomendó o son de autores que por clásicos deben ser leídos. Jean Austen me dejo entrar a Orgullos y perjuicios y Edgar Allan Poe me dejó conocer las aventuras de Arthur Gordon Pym. Pude conocer Macondo por obra y gracia de Gabriel García Márquez. Pude conocer el dramático final de los Cruzados en El rey de Hierro escrito por Maurice Druon. 

 

Después una pared blanca, que parecen dos por un abrupto quiebre para darle costado a un closet lleno de antigüedades de las que se llenan los románticos que no quieren olvidar los años de colegio, los trasnochos de la universidad y los lasos rotos de las amistades que no volverán. 


Autor: Luis Fernando Urrea 
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Macondo es el escenario en el cual transcurre la historia bíblica de una población que pareciera tener un designio divino de llegar a la modernidad. Dicen que ese pueblo nació en Aracataca y que Gabriel Garcia Márquez ungió de profeta augurándole una larga vida que la llevaría a ser una bulliciosa ciudad con edificios de cristal.



  

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